Los guardianes de la noche

La luna llena iluminaba el pequeño pueblo de Valle Oscuro, un lugar donde la niebla se deslizaba entre los árboles como un susurro temeroso. Aquel era un mundo donde los hombres lobo, criaturas de la noche, eran considerados los guardianes de la humanidad. Pero, a pesar de su papel protector, la gente les temía y los miraba con desconfianza. Nadie se atrevía a acercarse a ellos. Todos, excepto Elena.

Desde pequeña, Elena había sentido una extraña conexión con la oscuridad. Mientras sus amigos jugaban a asustarse con historias de hombres lobo, ella escuchaba con fascinación. En su corazón, sabía que había algo más en ellos, algo que los hacía diferentes. Esa noche, mientras caminaba por el bosque, el aullido de un lobo resonó en la distancia, y su corazón se aceleró.

—¿Quién está ahí? —preguntó, su voz temblando de emoción y miedo.

De entre las sombras, un hombre apareció. Alto, de ojos brillantes como el fuego, su piel estaba cubierta de una suave capa de pelaje. Era un hombre lobo, pero no el monstruo que la gente temía.

—Soy Kael —dijo, su voz profunda y resonante—. No temas, Elena. No estoy aquí para hacerte daño.

Elena sintió que su corazón latía con fuerza. Era hermoso, a pesar de su naturaleza salvaje.

—¿Por qué me conoces? —preguntó, intrigada.

—Los guardianes de la noche siempre están atentos a aquellos que están dispuestos a ver más allá de lo que los demás temen. Tu corazón es puro.

A medida que las noches pasaban, Elena y Kael se encontraron en el bosque, compartiendo secretos y risas. La conexión entre ellos creció, y pronto, el amor floreció en medio de la oscuridad. Pero había algo que Kael no le había contado.

—Hay una razón por la que somos guardianes —le confesó una noche, mientras la luna brillaba en su esplendor—. No solo protegemos a los humanos de las criaturas de la noche, sino también de nosotros mismos. La maldición que llevamos dentro es peligrosa.

Elena lo miró, su corazón se encogió. ¿Qué significaba eso?

—A veces, la rabia y la sed de sangre nos superan. En noches como esta, es mejor que te alejes.

—No tengo miedo de ti, Kael —respondió, decidida—. Te amo.

Sus palabras resonaron en la oscuridad, y Kael sintió un profundo alivio, pero también un peso en su pecho. Sabía que su amor podría llevar a Elena a un destino terrible.

Una noche, mientras la luna llena iluminaba el cielo, Kael se transformó. Sus ojos ardían con una intensidad salvaje, y su cuerpo se contorsionó en una danza de dolor y transformación. Elena, oculta entre los árboles, observó con horror y fascinación. Era un espectáculo aterrador, pero también hermoso.

—Kael… —susurró, temblando.

Él la vio, y en ese momento, la conexión que compartían se volvió más fuerte. Sin embargo, la bestia dentro de él también la reconoció. En medio de la transformación, la rabia y la sed de sangre comenzaron a dominarlo.

—¡Elena, aléjate! —rugió, su voz un eco de angustia.

Pero no podía dejarla ir. La atrajo hacia él, y en un instante, la bestia y el hombre se unieron, y la luna brilló sobre ellos, testigo de un amor prohibido.

Los días siguientes fueron una mezcla de euforia y terror. Elena se encontraba atrapada entre su amor por Kael y el miedo a lo que él podría llegar a convertirse.

—¿Qué pasará si no puedo controlarlo? —preguntó una noche, mientras se abrazaban bajo el cielo estrellado.

—Siempre habrá un riesgo, pero lo que siento por ti me mantiene anclado. Te prometo que nunca haré daño a los que amo.

Sin embargo, la promesa de Kael fue puesta a prueba una noche fatídica. Un grupo de cazadores llegó al pueblo, armados y decididos a eliminar a los hombres lobo. Habían oído historias de su naturaleza salvaje y creían que todos eran monstruos.

—¡Debemos proteger a los humanos! —gritó uno de los cazadores—. No podemos permitir que estas bestias sigan sueltas.

Kael y Elena se encontraron en el bosque, y él estaba lleno de furia.

—Tienen que irse —dijo Kael, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y rabia—. Si no, no podré controlarme.

—No quiero que te lastimen —respondió Elena, su voz temblando—. Pero tampoco quiero que te conviertas en lo que temen.

La tensión en el aire era palpable. Kael se debatía entre su amor por Elena y su instinto de protegerla. En un momento de desesperación, decidió enfrentarse a los cazadores.

—¡Deténganse! —gritó, su voz resonando en la noche—. No somos lo que creen.

Pero los cazadores no escucharon. En su mente, solo había un objetivo: eliminar a la bestia. Uno de ellos disparó su arma, y Kael sintió la bala atravesar su costado.

—¡Kael! —gritó Elena, corriendo hacia él.

El dolor lo consumió, y en un instante, la bestia tomó el control. La rabia y el dolor lo transformaron en un monstruo voraz. Los cazadores retrocedieron, aterrados, pero ya era demasiado tarde.

Elena observó con horror cómo Kael se lanzaba sobre ellos, su amor por él luchando contra el miedo que la invadía. Todo se desmoronaba ante sus ojos.

La noche se llenó de aullidos y gritos, y cuando el eco se desvaneció, solo quedó el silencio. Elena se acercó a los cuerpos inertes de los cazadores, y su corazón se detuvo al ver a Kael, de rodillas, cubierto de sangre.

—¿Qué has hecho? —preguntó, su voz quebrada.

—No quise… —respondió él, su voz temblando—. No quise que esto sucediera.

Elena sintió que su mundo se desmoronaba. El amor que había compartido se había convertido en una pesadilla.

—Debemos irnos —dijo Kael, mirándola con desesperación—. No hay nada más que podamos hacer aquí.

Pero Elena no podía mover un músculo. La imagen de los cazadores, de su amor transformado en monstruo, la paralizaba.

—No puedo seguir así —susurró, las lágrimas corriendo por su rostro—. No quiero ser parte de esto.

Kael sintió que su corazón se rompía. El amor que habían compartido ahora era una cadena que los mantenía atados a un destino oscuro.

—Si te alejas, nunca volveré a ser el mismo. Te perderé para siempre.

—¿Y qué hay de nosotros? —dijo ella, su voz llena de dolor—. ¿Qué hay de lo que éramos?

La luna brillaba sobre ellos, y el silencio se convirtió en un grito ensordecedor. Elena dio un paso atrás, y en ese momento, el amor se convirtió en odio, y el odio en desesperación.

—No puedo vivir con esto —dijo, su voz temblando—. No puedo vivir con el monstruo que eres.

Kael sintió que una parte de él se desvanecía. El amor que había luchado por proteger se desmoronaba ante sus ojos.

—Elena, espera… —la llamó, pero ella ya se había alejado.

El corazón de Kael se rompió en mil pedazos. La noche lo había reclamado, y en su pecho, la rabia y el dolor comenzaron a consumirlo.

Elena se perdió en el bosque, sus pasos resonando en la oscuridad. Las sombras la rodearon, y el eco de su amor se convirtió en un lamento. Había elegido la libertad, pero a un precio terrible.

Mientras tanto, Kael se quedó solo, un lobo entre las sombras, un guardián de la noche que había perdido lo más preciado.

El amor se había convertido en un eco de lo que una vez fue. La luna brillaba, y el bosque susurraba, pero en el corazón de Kael, solo había vacío.

Nunca volvería a ser el mismo.

Fin.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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