Había una vez en un huerto muy especial, donde todos los tomates eran superhéroes. Había tomates voladores, tomates invisibles, tomates súper veloces, ¡y hasta un tomate que podía lanzar rayos de colores! Pero entre todos ellos, destacaba Tomatillo, el tomate justiciero.
Tomatillo era un tomate pequeñito pero valiente, siempre listo para ayudar a quien lo necesitara. Un día, mientras paseaba por el huerto, escuchó unos gritos de auxilio. Era la zanahoria Carlotita, que estaba siendo atacada por el malvado brócoli Brocolón.
«¡Ayuda, Tomatillo! ¡Brocolón quiere robarme mis vitaminas!», gritó Carlotita.
Sin dudarlo ni un segundo, Tomatillo se lanzó hacia Brocolón y le dijo con valentía: «¡Deja en paz a Carlotita, Brocolón! ¡No permitiré que le hagas daño!»
Brocolón se rió con malicia y dijo: «¡Jajaja! ¿Y qué vas a hacer tú, pequeño tomate?»
Tomatillo no se amedrentó y con un grito de guerra lanzó un rayo de energía roja que envolvió a Brocolón, haciéndolo retroceder. Los demás vegetales del huerto se quedaron asombrados por la valentía de Tomatillo.
«¡Hurra por Tomatillo, el tomate justiciero!», gritaron todos los vegetales al unísono.
Desde ese día, Tomatillo se convirtió en el héroe del huerto, siempre dispuesto a proteger a los más débiles y luchar contra la injusticia. Ya fuera rescatando a la lechuga Leticia de las garras del malvado calabacín Calabacito, o impidiendo que el pimiento Picantito sembrara el caos en el mercado, Tomatillo siempre estaba ahí para salvar el día.
Un día, mientras descansaba en su rama favorita, Tomatillo escuchó un llanto proveniente del jardín de al lado. Era el pequeño guisante Guisantito, que había caído en un charco y no podía salir.
«¡Ayuda, Tomatillo! ¡No sé nadar y me estoy ahogando!», lloraba Guisantito.
Sin pensarlo dos veces, Tomatillo se lanzó al agua y con todas sus fuerzas logró sacar a Guisantito del charco. El pequeño guisante le dio las gracias entre sollozos y Tomatillo le dijo con una sonrisa: «No te preocupes, Guisantito. ¡Siempre estaré aquí para ayudarte!»
Y así, Tomatillo siguió protegiendo el huerto y a todos sus habitantes, demostrando que no importa lo pequeño que seas, siempre puedes hacer grandes cosas si tienes un corazón valiente y generoso. Y colorín colorado, este cuento de superhéroes vegetales ha terminado.