Había una vez un niño llamado Tomás que, cada noche, soñaba con aventuras increíbles. Una noche, mientras se acurrucaba en su cama, vio algo brillante en su ventana. ¡Era una estrella fugaz! Tomás cerró los ojos y pidió un deseo: «Quiero ir en un barco mágico a los mares de ensueño».
De repente, su habitación comenzó a girar y girar. Cuando abrió los ojos, ¡estaba en un barco enorme y reluciente! El barco tenía velas de colores y un timón dorado. En la proa, un cartel decía: «El Barco de los Sueños».
Tomás caminó por la cubierta y encontró al capitán, un simpático osito de peluche llamado Capitán Oso.
—¡Bienvenido, Tomás! —dijo el Capitán Oso con una sonrisa—. ¿Estás listo para tu aventura?
—¡Sí! —respondió Tomás emocionado—. ¿A dónde vamos?
—Vamos a navegar por los mares de ensueño —explicó el Capitán Oso—. Pero primero, debes aprender a manejar el barco.
Tomás tomó el timón y el barco comenzó a moverse suavemente. Navegaron por aguas brillantes y pasaron por islas flotantes de algodón de azúcar. De repente, el cielo se oscureció y apareció una nube gigante y gris.
—¡Es la nube del miedo! —exclamó el Capitán Oso—. Debemos atravesarla.
Tomás sintió un poco de miedo, pero recordó que estaba en un barco mágico. Respiró hondo y mantuvo firme el timón. La nube se acercó y el barco comenzó a temblar, pero Tomás no se rindió. Poco a poco, la nube se desvaneció y el cielo volvió a ser azul.
—¡Lo hiciste, Tomás! —dijo el Capitán Oso—. Has enfrentado tu miedo.
—Sí —dijo Tomás con una sonrisa—. Y no fue tan difícil.
Siguieron navegando y llegaron a una isla llena de árboles de caramelos y flores que cantaban. En el centro de la isla, había un cofre del tesoro. Tomás corrió hacia el cofre y lo abrió. Dentro, encontró un espejo brillante.
—Este es el tesoro interno —dijo el Capitán Oso—. Mírate en el espejo.
Tomás se miró en el espejo y vio su reflejo. Pero no era solo su imagen, también vio todas las cosas buenas que había hecho y todos los desafíos que había superado.
—Este espejo te muestra lo valiente y especial que eres —explicó el Capitán Oso—. Nunca olvides lo que has descubierto.
Tomás se sintió muy feliz y orgulloso. Sabía que siempre podría enfrentar cualquier desafío, porque tenía un corazón valiente.
El barco comenzó a regresar y, poco a poco, Tomás sintió que sus ojos se cerraban. Cuando los abrió de nuevo, estaba de vuelta en su cama. La estrella fugaz había desaparecido, pero Tomás sabía que su aventura había sido real.
—Buenas noches, Capitán Oso —susurró Tomás mientras abrazaba a su osito de peluche.
Y así, cada noche, Tomás soñaba con nuevas aventuras en el Barco de los Sueños, enfrentando nubes de miedo y descubriendo tesoros internos. Porque sabía que, sin importar lo que pasara, siempre tendría un corazón valiente y un amigo en el Capitán Oso.
Fin.