En lo profundo de la selva, donde los árboles son tan altos que parecen tocar el cielo, vivía un oso llamado Bobby. Bobby no era un oso común, ¡era el guardián del bosque! Su pelaje era de un color marrón brillante y tenía unos ojos que brillaban como estrellas. Aunque era un poco solitario, amaba su hogar y a todos los animales que vivían allí.
Un día, mientras Bobby paseaba por su bosque, escuchó un ruido extraño. Era un crujido, como si algo estuviera acercándose. “¿Quién anda ahí?” preguntó Bobby, con su voz profunda y amistosa.
De entre los arbustos salió una pequeña ardilla llamada Susi. Tenía una cola esponjosa y unos ojos muy grandes. “¡Hola, Bobby! Soy Susi,” dijo la ardilla, un poco asustada. “He oído que eres el guardián del bosque. ¿Es cierto?”
Bobby sonrió. “Sí, lo soy. Pero no solo protejo a los animales, también cuido de las plantas y los árboles. ¿Por qué lo preguntas?”
Susi se acercó un poco más, moviendo su cola nerviosamente. “He visto a un grupo de humanos que vienen al bosque. Ellos no saben que deben cuidar nuestro hogar, y podrían hacerle daño a los árboles y a los animales.”
Bobby frunció el ceño. “Eso no suena bien. Debemos hacer algo para proteger nuestro bosque.”
Decidido, Bobby reunió a los animales del bosque. Pronto, todos estaban allí: el sabio búho Don Ramón, la alegre rana Lola, y el veloz ciervo Rico.
“Amigos,” empezó Bobby, “Susi ha visto a unos humanos que podrían dañar nuestro hogar. Necesitamos un plan para proteger la selva.”
Don Ramón, con su voz tranquila, dijo: “Podemos hacer ruido para asustarlos. Los humanos no les gusta el ruido.”
Lola brincó emocionada. “¡Sí! ¡Podemos cantar y croar muy fuerte!”
Rico, que siempre tenía buenas ideas, sugirió: “Podemos hacer un camino de hojas y ramas para que se confundan y no encuentren el camino correcto.”
Bobby asintió con la cabeza. “¡Eso es! Trabajemos juntos para proteger nuestro hogar.”
Así que, bajo la luz del sol, todos los animales comenzaron a trabajar. Susi corrió por los árboles, recogiendo hojas. Don Ramón voló alto, asegurándose de que todos estuvieran listos. Lola croó tan fuerte que hizo eco por todo el bosque, y Rico corrió de un lado a otro, organizando todo.
Cuando los humanos llegaron, se encontraron con un bosque lleno de ruidos extraños. “¿Qué es eso?” dijo uno de ellos, asustado. “¡Huyamos!”
Los animales, al ver que los humanos se iban, comenzaron a celebrar. “¡Lo logramos!” gritó Susi, saltando de alegría.
Bobby sonrió, sintiéndose muy orgulloso de su hogar y de sus amigos. “Recuerden, siempre debemos cuidar de nuestra selva. Juntos, somos más fuertes.”
Desde ese día, Bobby no solo fue el guardián del bosque, sino también un querido amigo de todos los animales. Y así, la selva siguió siendo un lugar mágico, lleno de risas y aventuras.