Sophie era una Poodle de pelaje rizado y suave como el algodón. Vivía en una granja llena de animales, pero su mejor amigo era un pequeño corderito llamado Lino. Lino era juguetón y siempre estaba saltando por los prados, mientras Sophie lo seguía con su energía inagotable.
Un día, mientras jugaban al escondite entre las flores, Lino desapareció. Sophie buscó por todos lados. “¡Lino! ¿Dónde estás?” llamó, moviendo su cola con preocupación. Pero no había respuesta.
Desesperada, decidió que tenía que encontrar a su amigo. “No puedo quedarme aquí sin hacer nada”, pensó. Así que se adentró en el campo, con la esperanza de que el rebaño de ovejas pudiera ayudarla.
Al llegar al prado donde pastaban las ovejas, Sophie se acercó a una oveja anciana llamada Matilda. “¡Matilda! ¿Has visto a Lino? Es mi mejor amigo y no puedo encontrarlo”, dijo Sophie, con los ojos llenos de angustia.
Matilda, que tenía una voz suave y tranquila, respondió: “Querida Sophie, no lo he visto, pero puedo ayudarte a buscarlo. Juntas podemos preguntar a las demás ovejas”.
Sophie sintió un pequeño rayo de esperanza. “¡Gracias, Matilda! ¡Vamos a buscarlo!”
Se acercaron a un grupo de ovejas que estaban pastando cerca de un árbol. Sophie, con su voz más dulce, preguntó: “¡Hola, amigas! ¿Alguna de ustedes ha visto a Lino? Es un corderito pequeño y muy juguetón”.
Una oveja joven llamada Clara levantó la cabeza y dijo: “Lo vi esta mañana cerca del estanque. Estaba jugando con unas mariposas”.
“¿El estanque?” Sophie exclamó. “¡Vamos, Matilda! ¡Podría estar allí!”
Corrieron hacia el estanque, pero al llegar, no encontraron a Lino. Sophie sintió que su corazón se hundía. “¿Y si no lo encontramos nunca?” preguntó, con lágrimas en los ojos.
Matilda la miró con ternura. “No te preocupes, Sophie. Siempre hay esperanza. Sigamos buscando. Tal vez podamos preguntar a los patos”.
Sophie asintió y juntas se acercaron al estanque, donde un grupo de patos nadaba felices. “¡Hola, patitos! ¿Han visto a un corderito llamado Lino?” preguntó Sophie.
Un pato gordito, llamado Pato Pérez, salió del agua y dijo: “Sí, lo vi. Estaba jugando cerca de la cueva de los conejos. ¡Es muy travieso ese corderito!”
“¡La cueva de los conejos!” gritó Sophie, emocionada. “¡Vamos, Matilda!”
Corrieron hacia la cueva, con la esperanza de encontrar a Lino. Cuando llegaron, vieron a varios conejos saltando alrededor. Sophie llamó: “¿Alguien ha visto a Lino?”
Una coneja llamada Lila salió de su escondite y dijo: “Sí, lo vi salir corriendo hacia el bosque. Estaba persiguiendo una mariposa muy bonita”.
“¡El bosque!” Sophie sintió que la emoción la invadía. “¡Vamos, Matilda, tenemos que ir!”
Al llegar al bosque, Sophie y Matilda se adentraron entre los árboles altos y frondosos. “Lino, ¡donde estés, vuelve!” gritó Sophie, pero solo escuchó el canto de los pájaros.
De repente, Matilda se detuvo y dijo: “Escucha, Sophie. Creo que oigo algo”.
Sophie se quedó en silencio y, efectivamente, pudo escuchar un suave balido que provenía de un arbusto cercano. “¡Es Lino!” gritó, corriendo hacia el sonido.
Al llegar al arbusto, encontraron a Lino atrapado entre unas ramas. “¡Lino!” Sophie lo abrazó con fuerza. “¡Te he estado buscando por todas partes!”
“Lo siento, Sophie”, dijo Lino, un poco avergonzado. “Estaba persiguiendo a una mariposa y no me di cuenta de que me había alejado”.
Matilda sonrió y dijo: “Lo importante es que están juntos de nuevo. La amistad siempre encuentra el camino”.
Sophie miró a Lino y dijo: “Prometamos nunca separarnos de nuevo. Siempre estaré aquí para ayudarte”.
Lino asintió con entusiasmo. “¡Y yo siempre estaré contigo, Sophie!”.
Juntos, volvieron a la granja, donde el sol empezaba a ponerse. Sophie se dio cuenta de que, aunque había tenido miedo, había aprendido algo muy valioso: la amistad es más fuerte que cualquier misterio.
