Había una vez en el fondo del mar, un pececito muy especial. Se llamaba Brillo y era muy colorido. Tenía escamas brillantes de todos los colores del arcoíris.
Un día, Brillo decidió explorar más allá de su arrecife. Nadó y nadó, y vio muchos otros peces. Algunos eran azules como el cielo, otros amarillos como el sol, y algunos eran incluso verdes como las algas.
Pero Brillo se sentía diferente. Aunque todos los peces eran bonitos, él se preguntaba por qué no era como los demás. Se sentía solo.
De repente, vio un banco de peces que se acercaban a él. Eran pececitos como él, pero ¡cada uno tenía un color diferente! Había uno rosa, otro naranja, y uno más morado.
Brillo se emocionó mucho al verlos. Se unió al banco de peces y juntos nadaron y jugaron todo el día. Se dio cuenta de que aunque era diferente, eso era lo que lo hacía especial.
Desde ese día, Brillo nunca se sintió solo. Sabía que era único y que tenía amigos que lo querían tal como era.
Y así, el pequeño pececito colorido vivió feliz para siempre en el hermoso océano.