Había una vez en la selva un pequeño elefantito blanco llamado Nube, que era muy especial. A diferencia de los demás elefantes que eran grises, Nube era blanco como la nieve. Esto lo hacía sentir un poco triste, ya que a veces los otros elefantes se burlaban de él por ser diferente.
Un día, mientras Nube caminaba por la selva, se encontró con una familia de jirafas. Ellas lo miraron con curiosidad y una de ellas le preguntó: «¿Por qué eres tan blanco, elefantito?» Nube bajó la cabeza y respondió tímidamente: «No lo sé, así es como nací». Las jirafas sonrieron y le dijeron: «¡Pero qué suerte tienes de ser tan especial y único! Nosotros también somos diferentes a los demás y nos encanta».
Nube se sintió un poco más feliz al escuchar las palabras de las jirafas. Siguió caminando por la selva y se encontró con una familia de monos. Ellos saltaban de rama en rama y al ver a Nube, uno de ellos dijo: «¡Mira, un elefante blanco! ¡Qué diferente y bonito eres!» Nube sonrió y les agradeció por aceptarlo tal como era.
De repente, escuchó un ruido detrás de unos arbustos. Era un león que se acercaba a él. Nube se puso nervioso, pero el león se detuvo y le dijo: «No tengas miedo, elefantito. He escuchado que eres muy especial y valiente por ser diferente. Esa es una cualidad admirable». Nube se sintió muy contento de recibir esas palabras de aliento.
Desde ese día, Nube comprendió que ser diferente no era algo malo, sino todo lo contrario. Se dio cuenta de que la diversidad era algo hermoso y que todos debemos aceptarnos y querernos tal como somos. Los demás elefantes también aprendieron a valorar a Nube por su singularidad y dejaron de burlarse de él.
Así, Nube vivió feliz en la selva, rodeado de amigos que lo querían tal como era. Y cada vez que se miraba en el agua del río, recordaba que la verdadera belleza reside en la diversidad. Y así, el pequeño elefantito blanco aprendió una gran lección: que ser diferente es algo maravilloso.