El Secreto del Teatro Maldito

El teatro Maldito se alzaba imponente en el corazón de la ciudad, un edificio de piedra oscura que parecía absorber la luz del sol. Su fachada estaba adornada con esculturas desgastadas por el tiempo, y las ventanas, cubiertas de polvo, parecían ojos vacíos que observaban a los transeúntes. Pocos se atrevían a entrar, y aquellos que lo hacían a menudo salían con una sensación de inquietud que no podían explicar.

Un grupo de actores, entusiasmados por la oportunidad de trabajar en una nueva obra, decidió arriesgarse. La obra, “La Sombra del Pasado”, prometía ser un éxito, pero los rumores que circulaban sobre el teatro les hicieron dudar. Sin embargo, la ambición y la necesidad de destacar en el mundo del espectáculo los llevó a aceptar el desafío.

—¿No has oído las historias? —preguntó Clara, una actriz de cabello rizado y ojos brillantes, mientras se preparaban en el camerino.

—Son solo leyendas urbanas —respondió Miguel, el director, con una sonrisa despectiva—. No hay nada de qué preocuparse.

Sin embargo, Clara no estaba tan segura. Había escuchado sobre los antiguos propietarios del teatro, quienes habían sido asesinados en circunstancias misteriosas. Se decía que sus espíritus vagaban por el lugar, buscando venganza. Pero la promesa de fama era demasiado tentadora.

La primera función fue un éxito rotundo. El público se entregó a la historia, y los actores sintieron la energía vibrante del escenario. Sin embargo, al caer la noche, una extraña sensación de desasosiego comenzó a invadir el teatro. Los ecos de risas se desvanecieron, y un silencio incómodo se apoderó del lugar.

—¿Escucharon eso? —preguntó Andrés, el actor principal, mientras se preparaban para la segunda función.

—Es solo el viento —replicó Miguel, aunque su voz sonaba menos segura.

La segunda función transcurrió sin incidentes, pero al terminar, Clara encontró un viejo diario en el vestidor. Las páginas estaban amarillentas y desgastadas, y las palabras parecían susurrar secretos olvidados.

—Miren esto —dijo Clara, mostrando el diario a sus compañeros.

—¿Qué dice? —preguntó Andrés, acercándose curioso.

—Habla de un asesinato… un asesinato durante una función. El actor principal fue apuñalado en el escenario, y desde entonces, el teatro ha estado maldito —respondió Clara, con un ligero temblor en la voz.

Miguel se rió, pero había un nerviosismo palpable en el aire. “Son solo historias para asustar a los débiles”, pensó, aunque en el fondo sabía que algo no estaba bien.

La tercera función llegó y, con ella, un giro inesperado. Durante una escena crucial, el telón se cayó de repente, casi aplastando a Andrés. El público gritó y el caos se desató. Miguel, furioso, exigió que se revisara el telón.

—No puede ser una coincidencia —dijo Clara, su voz temblorosa—. Algo está pasando aquí.

“Es solo un accidente”, insistió Miguel, pero la sombra de la duda ya se había instalado en su mente.

Esa noche, mientras el grupo se reunía para discutir los eventos, Clara notó algo extraño en la iluminación. Las luces parpadeaban, y una figura oscura se reflejaba en el espejo del camerino.

—¿Vieron eso? —preguntó, con el corazón acelerado.

—Es solo el reflejo —dijo Andrés, aunque su voz sonaba menos convincente.

Pero Clara no estaba convencida. El diario había mencionado que el espíritu del actor asesinado buscaba venganza, y cada vez que se representaba la obra, revivía los momentos de su trágica muerte.

La cuarta función fue una catástrofe. Durante una escena, Miguel, que había estado actuando con más intensidad que nunca, se detuvo en seco. Su rostro se tornó pálido, y sus ojos se llenaron de terror.

—¿Qué te pasa? —preguntó Clara, preocupada.

—Lo vi… lo vi a él —murmuró Miguel, señalando hacia el fondo del teatro.

Clara se giró, pero no había nada. Sin embargo, la sensación de ser observados era abrumadora. “Esto no puede seguir así”, pensó Clara, sintiendo que el teatro estaba vivo, que respiraba y que guardaba secretos oscuros.

Esa noche, decidieron investigar más sobre la historia del teatro. Se reunieron en el vestíbulo, rodeados de viejas fotografías y carteles de obras pasadas. Clara abrió el diario nuevamente, buscando pistas.

—Aquí dice que el actor que murió se llamaba Javier. Era el favorito del público, pero también tenía muchos enemigos —dijo Clara, mientras pasaba las páginas.

—¿Y qué pasó con los demás? —preguntó Andrés.

—Todos desaparecieron sin dejar rastro. Se dice que el teatro los atrapó, que sus almas están condenadas a vagar aquí para siempre —respondió Clara, con un escalofrío recorriendo su espalda.

Los actores miraron alrededor, sintiendo la presencia del pasado. De repente, las luces comenzaron a parpadear de nuevo, y un grito desgarrador resonó en el aire. El grupo se miró, aterrorizado. “Esto es real”, pensó Clara, mientras el pánico comenzaba a apoderarse de ellos.

La quinta función fue la más aterradora. Durante el acto final, Clara sintió que algo la empujaba desde atrás. Se giró, pero no había nadie. El público se reía, ajeno a la tensión que envolvía el escenario.

—¡No puedo seguir así! —gritó Clara, interrumpiendo la obra.

Miguel, furioso, la miró con desprecio. “¿Qué te pasa? ¡Estamos a punto de conseguir el éxito!”

—¡No es solo una obra! ¡Es un juego peligroso! —respondió Clara, con lágrimas en los ojos.

El público comenzó a murmurar, y la atmósfera se volvió tensa. En ese momento, el telón se alzó repentinamente, revelando una figura oscura que se cernía sobre el escenario. Era un hombre con un rostro demacrado, sus ojos vacíos miraban fijamente a Clara.

—¡Javier! —gritó Miguel, retrocediendo.

El espíritu se acercó, y el aire se llenó de un frío glacial. Clara sintió que su corazón se detenía. “No podemos dejar que esto continúe”, pensó, mientras el terror la invadía.

La figura extendió su mano hacia ella, y en ese momento, Clara recordó algo del diario. “La única forma de liberarlo es enfrentarse a su pasado”. Con valor, se acercó al espíritu.

—¿Qué quieres de nosotros? —preguntó, su voz temblando.

El espíritu señaló hacia el escenario, donde un viejo cuchillo yacía olvidado. Clara comprendió. Debía recrear la escena de su muerte para liberar al alma atormentada. Sin pensarlo, tomó el cuchillo y se puso en la posición del actor.

—¡Hazlo! —gritó Miguel, mientras el público observaba en silencio.

Clara se preparó, y en un instante, sintió la presencia del espíritu a su alrededor. Comenzó a actuar, reviviendo el momento del asesinato. El terror se apoderó de ella, pero también una extraña sensación de liberación.

Cuando la escena llegó a su clímax, Clara se dejó caer al suelo, como si el cuchillo la hubiera atravesado. En ese momento, el teatro tembló, y un grito ensordecedor resonó en el aire.

El espíritu de Javier se desvaneció, y la atmósfera se volvió más ligera. Clara, exhausta, se levantó y miró a su alrededor. El público aplaudía, sin entender lo que había sucedido.

—¿Lo logramos? —preguntó Andrés, con la voz entrecortada.

—No lo sé —respondió Clara, mirando hacia el telón—. Pero creo que hemos liberado algo.

Sin embargo, mientras el grupo celebraba, un escalofrío recorrió la sala. Las luces comenzaron a parpadear nuevamente, y una risa burlona resonó en el aire. Clara frunció el ceño, sintiendo que el teatro aún no había terminado con ellos.

—¿Qué pasa? —preguntó Miguel, visiblemente nervioso.

—Creo que hemos hecho algo, pero no lo suficiente —respondió Clara, con la voz temblorosa.

De repente, el telón se alzó una vez más, y una figura familiar apareció en el escenario. Era Javier, pero esta vez, su rostro estaba cubierto de una sonrisa siniestra.

—Gracias por liberarme… pero ahora, ¡es tu turno! —dijo, mientras avanzaba hacia ellos.

El pánico se desató en el teatro. Clara y sus compañeros intentaron escapar, pero las puertas estaban cerradas. “Estamos atrapados”, pensó Clara, mientras el terror se apoderaba de ella.

La risa de Javier resonó en sus oídos, y el teatro se convirtió en un laberinto de sombras. En ese momento, Clara comprendió la verdad: el teatro Maldito no solo guardaba el secreto de un asesinato. Era un lugar donde las almas perdidas se alimentaban del miedo, y ellos eran los nuevos protagonistas de una historia sin fin.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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