Había una vez, en un bosque muy lejano, un león llamado Leo. Leo era grande y valiente. En el mismo bosque vivía un cordero llamado Coco. Coco era pequeño y tierno.
Un día, Leo y Coco se encontraron junto al río. Leo miró a Coco con curiosidad.
—Hola, soy Leo —dijo el león.
—Hola, soy Coco —respondió el cordero.
Leo y Coco empezaron a jugar juntos. Corrían por el bosque, saltaban sobre las piedras y reían mucho. A pesar de ser tan diferentes, se llevaban muy bien.
Una noche, Leo y Coco se sentaron bajo un árbol grande. El cielo estaba lleno de estrellas. Coco miró a Leo y dijo:
—Leo, me gusta ser tu amigo.
Leo sonrió y respondió:
—A mí también, Coco.
De repente, oyeron un ruido. Era un búho llamado Bubo.
—¿Qué hacen aquí tan tarde? —preguntó Bubo.
—Estamos mirando las estrellas —dijo Coco.
—Y disfrutando de nuestra amistad —añadió Leo.
Bubo sonrió y se fue volando. Leo y Coco se acurrucaron bajo el árbol. Estaban felices de tenerse el uno al otro.
—Buenas noches, Leo —dijo Coco.
—Buenas noches, Coco —respondió Leo.
Y así, bajo el cielo estrellado, Leo y Coco se durmieron, sabiendo que la amistad es lo más importante, sin importar las diferencias.