La Búsqueda del Dragón de Cristal

Era una mañana radiante en el pueblo de Eldoria, donde los rayos del sol danzaban sobre los techos de paja y las flores silvestres llenaban el aire de fragancias dulces. Un grupo de amigos, formado por Lía, una valiente guerrera, Tomás, un astuto ladrón, y Elara, una sabia hechicera, se reunía en la plaza central.

—He oído rumores sobre el Dragón de Cristal —dijo Lía, con una chispa de emoción en sus ojos—. Dicen que concede un deseo a quien lo encuentre.

Tomás se rió, cruzando los brazos. —¿Y qué deseo pedirías tú, guerrera? ¿Un nuevo par de botas?

Elara, con su larga melena ondulante, intervino: —No subestimes el poder de un deseo. Podría cambiar el destino de nuestro mundo.

Lía se inclinó hacia ellos, su voz se tornó seria. —Si encontramos al dragón, podríamos pedir la paz para Eldoria. La guerra con los ogros no ha cesado.

El grupo se miró, comprendiendo que esta aventura podría ser su oportunidad de hacer algo grande. Con determinación, decidieron partir al amanecer del día siguiente.

Al día siguiente, con mochilas llenas de provisiones y corazones palpitantes, los amigos se adentraron en el Bosque de las Sombras, donde se decía que el dragón habitaba. Los árboles eran altos y sus ramas parecían susurrar secretos antiguos.

—¿Estás segura de que este es el camino correcto? —preguntó Tomás, mirando a su alrededor con desconfianza.

—Las leyendas hablan de un claro iluminado por la luna —respondió Elara, mirando un mapa viejo—. Debemos seguir este sendero.

Después de horas de caminata, llegaron a un claro. En el centro, una enorme piedra brillante emitía un resplandor azul. Lía se acercó, su corazón latiendo con fuerza.

—¿Qué es esto? —preguntó, tocando la piedra.

De repente, una figura majestuosa emergió del resplandor: un dragón de cristal, sus escamas reflejaban la luz como un prisma. Sus ojos, profundos y sabios, se posaron en ellos.

—¿Quiénes osan perturbar mi descanso? —rugió el dragón, su voz resonando como un eco en el aire.

Lía dio un paso adelante, temblando pero decidida. —Buscamos al Dragón de Cristal. Venimos en son de paz y deseamos un deseo.

El dragón inclinó su cabeza, observándolos con curiosidad. —¿Qué deseo es tan importante que os ha traído hasta aquí?

—Queremos poner fin a la guerra con los ogros —dijo Elara, con firmeza—. Eldoria ha sufrido demasiado.

El dragón se quedó en silencio, reflexionando. —La paz es un deseo noble, pero también frágil. ¿Estáis dispuestos a enfrentar las consecuencias de lo que pedís?

—Haremos lo que sea necesario —respondió Lía, su voz resonando con determinación.

El dragón sonrió, sus escamas brillando aún más intensamente. —Entonces, debéis demostrar que estáis dispuestos a luchar por esa paz. Debéis superar tres pruebas.

Los amigos se miraron, una mezcla de miedo y emoción en sus ojos. —¿Cuáles son las pruebas? —preguntó Tomás, intrigado.

—La primera prueba es la de la valentía. Debéis enfrentar vuestros miedos más profundos. La segunda, la de la sabiduría. Debéis resolver un enigma antiguo. Y la tercera, la de la lealtad. Debéis proteger a uno de vuestros amigos a toda costa.

Sin dudar, los amigos aceptaron el desafío.

La primera prueba los llevó a una cueva oscura donde sus propios miedos tomaron forma. Lía se enfrentó a un monstruo que representaba su inseguridad, mientras que Tomás luchaba contra su pasado como ladrón. Elara, por su parte, se vio rodeada de sombras que susurraban sus dudas. Con valentía, se apoyaron mutuamente y lograron vencer sus miedos.

La segunda prueba fue un enigma que Elara resolvió con su astucia. El dragón les había dado un acertijo sobre el tiempo y la eternidad, y tras un largo debate, encontraron la respuesta correcta.

Finalmente, la prueba de la lealtad llegó cuando un ogro apareció, amenazando a Tomás. Sin pensarlo, Lía se interpuso, defendiendo a su amigo con su espada. Juntos, lucharon contra el ogro, demostrando que su amistad era más fuerte que cualquier adversidad.

Al finalizar las pruebas, el dragón de cristal apareció una vez más, con una sonrisa en su rostro.

—Habéis demostrado valentía, sabiduría y lealtad. Ahora, decidme, ¿qué deseáis?

Lía, con el corazón lleno de esperanza, respondió: —Deseamos la paz para Eldoria.

El dragón asintió, y un resplandor envolvió a los amigos. En un instante, la guerra se desvaneció, y la armonía regresó a su hogar.

—Recordad, la verdadera magia reside en la amistad —dijo el dragón, antes de desvanecerse en un destello de luz.

Los amigos regresaron a Eldoria, sabiendo que su aventura había cambiado no solo su destino, sino el de todo su pueblo.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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