En una ciudad donde la noche es eterna, una sombra aterradora acecha a los desprevenidos, sedienta de sangre. Los lugareños la llaman «La Sombra del Sangrejuelas», un ser misterioso que se alimenta de la vida de los habitantes de la ciudad. Nadie sabe de dónde viene ni cuál es su verdadera naturaleza, pero todos temen su presencia.
Una noche, en un callejón oscuro, dos amigos, Daniel y Laura, caminaban de regreso a casa después de una larga noche de fiesta. La luna llena iluminaba débilmente el camino, creando sombras inquietantes en cada rincón. De repente, una figura oscura se materializó frente a ellos, con ojos brillantes y afilados colmillos. Era la Sombra del Sangrejuelas.
Daniel y Laura retrocedieron horrorizados, pero era demasiado tarde. La Sombra los atrapó con una velocidad sobrenatural y los sujetó con fuerza. Daniel sintió un dolor punzante en el cuello mientras la criatura chupaba su sangre con avidez. Laura gritaba de terror, impotente ante la escena macabra que tenía lugar frente a sus ojos.
«¡Por favor, déjalos ir!», suplicó Laura, con lágrimas en los ojos. La Sombra del Sangrejuelas se detuvo por un momento y la miró fijamente, como si estuviera evaluando si valía la pena dejarla vivir. Finalmente, soltó a Daniel, cuyo cuerpo yacía inerte en el suelo, y se abalanzó sobre Laura.
La joven sintió el frío de la muerte recorrer su cuerpo mientras la Sombra del Sangrejuelas se alimentaba de ella sin piedad. Su visión se nublaba, sus fuerzas la abandonaban lentamente. Antes de desvanecerse por completo, alcanzó a ver la sonrisa siniestra de la criatura, satisfecha con su festín de sangre.
Al día siguiente, los lugareños encontraron los cuerpos sin vida de Daniel y Laura en el callejón. Las marcas en sus cuellos revelaban la terrible verdad: habían sido víctimas de la Sombra del Sangrejuelas. El terror se apoderó de la ciudad, y nadie se atrevía a salir de noche, temerosos de encontrarse con la criatura sedienta de sangre.
Los rumores sobre la Sombra del Sangrejuelas se extendieron como una plaga, alimentando el miedo y la paranoia entre la población. Muchos afirmaban haberla visto acechando en las sombras, esperando a su próxima presa. Los cazadores de vampiros se ofrecieron a cazarla, pero ninguno regresó con vida.
Una noche, un joven valiente llamado Alejandro decidió enfrentarse a la Sombra del Sangrejuelas. Armado con estacas de madera y agua bendita, se adentró en los callejones oscuros en busca de la criatura. Su corazón latía con fuerza, pero su determinación era inquebrantable.
«¡Sal de las sombras, monstruo!», gritó Alejandro, desafiando a la Sombra del Sangrejuelas. Un silencio sepulcral lo rodeaba, pero sabía que la criatura estaba cerca. De repente, una risa fría y siniestra resonó en el aire, seguida de la aparición de la Sombra del Sangrejuelas frente a él.
La criatura se abalanzó sobre Alejandro con ferocidad, pero este logró esquivar su ataque y clavarle una estaca en el corazón. Un grito de agonía llenó el callejón, y la Sombra del Sangrejuelas se desvaneció en el aire, disipándose como humo. Alejandro cayó de rodillas, exhausto pero triunfante.
Sin embargo, la victoria de Alejandro fue efímera. Mientras regresaba a casa, sintió una presencia inquietante detrás de él. Al volverse, vio a la Sombra del Sangrejuelas, más poderosa y aterradora que nunca. «No puedes destruirme, mortal», susurró la criatura con voz gélida.
Alejandro comprendió entonces que la Sombra del Sangrejuelas era inmortal, un ser eterno que se alimentaba del miedo y la desesperación de los vivos. Su destino estaba sellado, condenado a ser perseguido por la sombra aterradora por el resto de sus días. La noche eterna de la ciudad había reclamado una nueva víctima, y la Sombra del Sangrejuelas seguía acechando en las sombras, sedienta de sangre y venganza.