El viento aullaba entre los árboles secos y retorcidos del bosque, mientras Clara y su hermano menor, Lucas, se adentraban en el sendero que conducía al viejo pozo. La leyenda del lugar había sido contada en susurros por los aldeanos: “El Pozo del Alma Perdida”. Se decía que quien se asomara a su interior podría escuchar la voz de un antiguo mal, un espíritu atrapado que deseaba liberarse.
“¿Estás seguro de que quieres hacerlo?” preguntó Clara, mirando a su hermano con preocupación. Lucas, con su curiosidad infantil, asintió con determinación.
“Solo será un vistazo. Dicen que si no miras, no pasa nada”, respondió él, tratando de ocultar el temblor en su voz.
Ambos habían escuchado las advertencias de su madre, pero la emoción de lo prohibido siempre había sido más fuerte que el miedo. Al llegar al pozo, se encontraron ante una estructura de piedra desgastada por el tiempo, cubierta de musgo y sombras. El aire se sentía denso, como si el lugar mismo respirara un secreto antiguo.
“¿Ves? No hay nada de qué preocuparse”, dijo Lucas, aunque su voz temblaba. Clara no estaba tan segura. Se acercó al borde, asomándose con cautela.
“Es solo un pozo, Lucas. No hay nada aquí”, trató de tranquilizarse a sí misma. Pero al mirar hacia abajo, la oscuridad parecía absorber la luz del día, y un escalofrío recorrió su espalda.
“Voy a tirar una piedra”, anunció Lucas, buscando romper el silencio opresivo. Tomó una piedra del suelo y la lanzó al interior. El eco resonó en el pozo, como si algo estuviera esperando en las profundidades.
“¡Escucha!” exclamó Clara. Un susurro, casi inaudible, reverberó en el aire. “Ayuda…”, parecía decir.
“¿Lo oíste?” preguntó Lucas, sus ojos brillando con una mezcla de terror y fascinación. Clara asintió, su corazón latiendo con fuerza.
“Quizás solo sea el viento”, intentó restarle importancia, pero una parte de ella sabía que había algo más.
“Voy a mirar más de cerca”, dijo Lucas, inclinándose peligrosamente sobre el borde.
“¡No! Retrocede, Lucas”, gritó Clara, pero era demasiado tarde. Lucas perdió el equilibrio y cayó, sus gritos se desvanecieron en la oscuridad. Clara se asomó, horrorizada. “¡Lucas!”
La desesperación la invadió. Sin pensar, se ató una cuerda a la cintura y descendió al pozo. La caída fue rápida, y el aire se volvió helado a medida que se adentraba en la oscuridad. Cuando finalmente tocó el fondo, se encontró en una caverna húmeda y fría, iluminada solo por un tenue resplandor que emanaba de una figura en el centro.
“Lucas…” susurró, su voz temblando. La figura se volvió lentamente hacia ella, revelando un rostro pálido y demacrado, con ojos vacíos que parecían absorber su alma.
“¿Clara?” preguntó Lucas, su voz distante y apagada. “Ayúdame…”
“¿Qué te pasó?” Clara se acercó, pero el miedo la mantenía alerta. “¿Dónde estás?”
“Estoy aquí… pero no puedo salir. Él no me deja”, respondió Lucas, señalando con un dedo tembloroso hacia la sombra que se cernía detrás de él. La figura oscura se movió, y Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
“¿Quién es él?” preguntó, tratando de mantener la calma.
“Es el alma que vive en el pozo. Quiere que me quede aquí para siempre”, dijo Lucas, su voz quebrándose. “Me atrapó con su canto. No puedo resistirme…”
Clara sintió cómo el terror se apoderaba de ella. “No, no, esto no puede estar pasando. Debemos salir de aquí”, dijo con firmeza, pero su voz sonaba vacía.
“Clara…” Lucas extendió su mano, pero algo oscuro se movió detrás de él, una sombra que parecía tomar forma. “No te acerques…”
El aire se volvió aún más denso mientras la sombra se acercaba, susurrando palabras incomprensibles. Clara sintió que su mente se nublaba, como si la oscuridad intentara envolverla.
“¡Déjalo en paz!” gritó, pero la sombra no se detuvo. En su interior, una voz suave y seductora comenzó a hablarle. “Ven, Clara. Aquí no hay dolor. Aquí estarás a salvo…”
“¡No!” Clara se tapó los oídos, tratando de resistir el llamado. “¡Lucas, agárrate de mí!”
Lucas, con lágrimas en los ojos, gritó: “¡No puedo! ¡Él me tiene!” La sombra se abalanzó sobre él, y Clara sintió que el terror la consumía.
“¡Lucas!” gritó, pero la oscuridad lo tragó, dejándola sola en la caverna. Clara se dio la vuelta, buscando una salida, pero las paredes parecían cerrarse a su alrededor. La sombra se acercaba lentamente, y Clara comprendió que no había escapatoria.
“Eres parte de esto ahora”, susurró la sombra, su voz un eco de mil almas perdidas. “Tu hermano es mío, y tú también lo serás.”
“¡No!” Clara se lanzó hacia la pared, buscando una salida, pero la sombra la envolvió, y el frío la invadió.
La oscuridad la abrazó, y en un instante, todo se volvió silencio.
Cuando Clara despertó, se encontraba de nuevo en el borde del pozo, pero algo había cambiado. El aire era pesado, y el viento había cesado. Miró a su alrededor, buscando a Lucas, pero no había rastro de él.
“Lucas…” llamó, su voz resonando en la soledad. Pero no hubo respuesta.
De repente, un susurro emergió del pozo, más fuerte que antes. “Ayuda…” La voz de su hermano, pero distorsionada, como si estuviera atrapada entre dos mundos. Clara se asomó al borde, y el horror la invadió al darse cuenta de que no podría escapar.
“Ven, Clara… ven a jugar…” La voz de Lucas sonó más cerca, y Clara sintió que su voluntad se desvanecía.
“No, no…” murmuró, pero la sombra ya había comenzado a tomar forma a su lado.
“Eres parte de esto ahora”, repitió, y Clara supo que nunca podría escapar del Pozo del Alma Perdida.
La oscuridad la envolvió, y su grito se perdió en el eco del silencio.