Había una vez un gato llamado Tito. Tito era un gato muy especial, pero no por ser el más rápido ni el más fuerte, sino porque era el más cansado. Tito podía dormir todo el día, desde que salía el sol hasta que se ponía.
Una mañana, su amiga, la ardilla Lila, lo encontró acurrucado en su cama de hojas.
—¡Tito! —exclamó Lila—. ¡Es un día hermoso para jugar en el jardín!
Tito abrió un ojo lentamente y bostezó.
—Oh, Lila, estoy tan cansado. ¿No podemos jugar otro día?
Lila frunció el ceño y cruzó los brazos.
—Tito, siempre dices lo mismo. ¡Te estás perdiendo toda la diversión!
El gato suspiró y se dio la vuelta, dispuesto a seguir durmiendo. Pero Lila no se dio por vencida. Corrió alrededor de Tito y le lanzó una nuez.
—¡Vamos, Tito! ¡Atrápame si puedes!
Tito se levantó lentamente y se estiró.
—Está bien, Lila. Sólo un ratito.
Lila sonrió y comenzó a correr. Tito la siguió, aunque a paso lento. Mientras corrían, se encontraron con otros amigos: el perro Bruno y el conejo Rolo.
—¡Hola, Tito! —dijo Bruno—. ¡Ven a jugar con nosotros!
Rolo saltó de alegría.
—¡Sí, Tito! ¡Vamos a buscar zanahorias!
Tito miró a sus amigos y luego al cielo. El sol brillaba y las flores estaban en su máximo esplendor. De repente, sintió una chispa de energía.
—¡Está bien! —dijo Tito, sorprendiéndose a sí mismo—. ¡Vamos a jugar!
Los cuatro amigos corrieron por el jardín, saltaron sobre charcos y buscaron zanahorias. Tito se dio cuenta de que, aunque estaba cansado, se estaba divirtiendo mucho. Después de un rato, todos se sentaron bajo un árbol grande para descansar.
—¿Ves, Tito? —dijo Lila, jadeando—. Jugar es muy divertido y te hace sentir bien.
Tito asintió.
—Tienes razón, Lila. Me siento mucho mejor ahora.
Bruno se rió.
—¡Y también te ves más feliz!
Rolo le dio una zanahoria a Tito.
—Aquí tienes, Tito. Es una recompensa por jugar con nosotros.
Tito mordió la zanahoria y sonrió. Se sentía más despierto y feliz que nunca. Desde ese día, Tito decidió que no dormiría todo el tiempo. Empezó a jugar con sus amigos todos los días y, aunque a veces seguía sintiéndose cansado, sabía que jugar y estar activo era mucho más divertido.
Una tarde, mientras Tito y sus amigos descansaban después de un largo día de juegos, Lila le preguntó:
—Tito, ¿te sientes mejor ahora que juegas con nosotros?
Tito sonrió y asintió.
—Sí, Lila. Me siento mucho mejor. Jugar es muy importante y me hace feliz.
Bruno y Rolo también sonrieron.
—¡Estamos muy contentos de que juegues con nosotros, Tito! —dijo Bruno.
Rolo agregó:
—¡Sí! ¡Eres el mejor amigo!
Tito se sintió muy feliz de tener amigos tan maravillosos. A partir de ese día, Tito nunca más dejó de jugar y explorar. Aprendió que, aunque descansar es importante, también lo es moverse y divertirse. Y así, Tito, el gato cansado, se convirtió en Tito, el gato feliz y activo.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.