Había una vez en la sabana africana, una jirafa llamada Josefina. Josefina era muy curiosa y siempre estaba explorando nuevos lugares. Un día, mientras caminaba por la sabana, vio a sus amigos los elefantes tratando de alcanzar unas frutas en lo alto de un árbol.
«¡Hola amigos! ¿Necesitan ayuda para alcanzar esas frutas?» preguntó Josefina.
«¡Sí, Josefina! No podemos llegar tan alto, somos muy grandes y pesados» respondieron los elefantes.
Josefina, con su largo cuello, extendió su lengua y alcanzó las frutas del árbol. Les dio las frutas a los elefantes, quienes estaban muy agradecidos.
«¡Gracias, Josefina! Eres la mejor amiga que podríamos tener» dijeron los elefantes.
Josefina siguió su camino y se encontró con una familia de cebras que estaban perdidas.
«¡Hola Josefina! ¿Podrías ayudarnos a encontrar el camino de regreso a casa?» preguntó la mamá cebra.
«¡Claro que sí! Sigan mi sombra y los llevaré de vuelta a casa» respondió Josefina.
Las cebras siguieron la sombra de Josefina y pronto llegaron a su hogar. Estaban muy felices y agradecidas con Josefina.
«¡Gracias por tu ayuda, Josefina! Eres una gran amiga» dijeron las cebras.
Josefina continuó explorando la sabana y se encontró con una jirafa bebé que estaba llorando.
«¿Qué te pasa, pequeña jirafita?» preguntó Josefina.
«Me perdí de mi mamá y no sé cómo regresar a casa» respondió la jirafa bebé entre sollozos.
«No te preocupes, yo te ayudaré a encontrar a tu mamá» dijo Josefina con una sonrisa.
Josefina llevó a la jirafa bebé de regreso a su mamá, quien estaba muy preocupada. La mamá jirafa agradeció a Josefina por traer de vuelta a su hija sana y salva.
«¡Gracias, Josefina! Eres una verdadera heroína» dijo la mamá jirafa.
Josefina se despidió de sus amigos y regresó a su hogar en la sabana, feliz de haber podido ayudar a quienes lo necesitaban. Siempre estaba lista para explorar y ayudar a sus amigos en cualquier momento.