Ana estaba sola en casa cuando su teléfono sonó. Al contestar, una voz susurrante dijo: “Mira por la ventana”. Confundida, se acercó y vio una figura oscura bajo el poste de luz, observándola fijamente. Cerró las cortinas rápidamente y trató de calmarse.
El teléfono sonó de nuevo. “No te escondas, puedo verte”, dijo la voz, ahora más cerca. Ana se giró hacia la puerta de su habitación y la vio entreabierta, algo que no recordaba haber hecho.
Corrió hacia la cocina y tomó un cuchillo, temblando. La tercera llamada llegó, pero esta vez no contestó. El sonido del teléfono resonó por toda la casa, amplificando el silencio que lo rodeaba.
Finalmente, el teléfono dejó de sonar. Ana pensó que todo había terminado hasta que sintió un aliento helado en su oído y la misma voz susurró: “Estoy dentro”.