Había algo inquietante en aquella casa antigua de puertas de madera maciza y ventanas con cristales empañados. La joven pareja, compuesta por Alex y Emily, había decidido comprarla a pesar de las advertencias de los vecinos sobre su historia turbia.
Desde el primer día, extraños sucesos comenzaron a ocurrir. Luces que se encendían solas en medio de la noche, ruidos inexplicables que provenían del sótano y sombras que parecían moverse por las paredes. A pesar de todo, Alex y Emily decidieron quedarse, convencidos de que todo tenía una explicación lógica.
Una noche, mientras cenaban en la acogedora cocina, Emily notó algo extraño en una de las paredes. Una puerta roja, casi invisible a simple vista, se encontraba oculta detrás de un mueble antiguo. Sin poder resistir la tentación, decidieron abrirla.
Al hacerlo, un escalofrío recorrió sus cuerpos. Una oscuridad densa y fría los envolvió, impidiéndoles ver más allá de unos pocos centímetros. Alex sacó su linterna y avanzaron con cautela por el estrecho pasillo que se abría ante ellos.
¿Qué es este lugar? preguntó Emily, con la voz temblorosa.
No lo sé, pero parece que lleva mucho tiempo cerrado respondió Alex, tratando de mantener la calma.
A medida que avanzaban, los ruidos se intensificaban y las sombras parecían cobrar vida propia. De repente, una figura oscura se materializó frente a ellos, con los ojos brillando en la oscuridad.
¡Corre! gritó Alex, agarrando la mano de Emily y retrocediendo a toda prisa.
Pero era demasiado tarde. La figura los alcanzó y los envolvió en su fría y espeluznante abrazo.
Al despertar, se encontraron en una habitación desconocida, con las paredes cubiertas de extraños símbolos y velas encendidas en el suelo. Una voz susurrante resonaba en sus oídos, prometiendo liberarlos a cambio de un sacrificio.
¿Qué es lo que quiere de nosotros? preguntó Emily, con la voz entrecortada por el miedo.
Quiere nuestras almas respondió Alex, con la certeza de que estaban atrapados en algo mucho más oscuro de lo que jamás habían imaginado.
Decidieron luchar por su vida, buscando una salida en medio de aquel laberinto de pesadilla. Cada paso era más difícil que el anterior, con las sombras acechándolos en cada esquina y la sensación de que algo terrible los observaba desde la oscuridad.
Finalmente, encontraron una puerta entreabierta que parecía llevar a la libertad. Con el corazón en un puño, se adentraron en la habitación que se abría ante ellos.
¡No puede ser! exclamó Emily, con los ojos llenos de lágrimas.
En el centro de la sala, se encontraba una figura encapuchada con una daga en la mano, rodeada de velas y símbolos en el suelo.
¡No! ¡Por favor, déjanos ir! suplicó Alex, con la voz quebrada por el terror.
La figura se acercó lentamente, con una sonrisa macabra en el rostro.
Ya es demasiado tarde susurró, antes de clavar la daga en el pecho de Alex.
Emily gritó desgarradoramente, viendo cómo su amado caía al suelo, con la vida abandonando su cuerpo.
¡No! ¡No puede ser! lloraba, mientras la figura se acercaba a ella con la daga ensangrentada en la mano.
En un último acto desesperado, Emily cerró los ojos y se lanzó hacia la puerta roja, esperando encontrar una salida a aquel infierno.
Al abrir los ojos, se encontró de nuevo en la cocina de la casa antigua, con el sol brillando a través de las ventanas. Todo parecía normal, como si nada hubiera pasado.
¿Fue solo una pesadilla? se preguntó, con el corazón aún latiendo con fuerza en su pecho.
Pero al mirar hacia la pared, vio la puerta roja entreabierta, recordándole que la oscuridad seguía acechando tras ella, esperando su próxima víctima.