Era un hermoso día en el Valle de los Dinosaurios. El sol brillaba y las flores de colores llenaban el paisaje. Todos los dinosaurios estaban emocionados porque se acercaba un día muy especial: ¡el cumpleaños del Anquilosaurio Andrés!
Andrés era un dinosaurio grande y fuerte, con una armadura de placas duras que lo protegían. Pero, aunque su aspecto era impresionante, tenía un corazón muy tierno. Sus amigos, la pequeña Triceratops Trixie, el veloz Velociraptor Rocco y el encantador Pterodáctilo Pipo, querían hacerle una fiesta sorpresa.
—¡Vamos a hacerle una fiesta increíble! —dijo Trixie, moviendo su cola de emoción.
—Sí, pero necesitamos mantenerlo ocupado mientras preparamos todo —respondió Rocco, pensando en cómo podían distraer a Andrés.
Pipo, que podía volar alto, tuvo una idea brillante.
—¡Yo puedo llevarlo a volar! Así no se dará cuenta de lo que estamos haciendo.
—¡Perfecto! —exclamó Trixie—. Mientras ustedes vuelan, yo prepararé la decoración y el pastel.
Así que, cuando Andrés salió de su cueva, Pipo voló hacia él.
—¡Hola, Andrés! —gritó Pipo—. ¿Quieres venir a dar un paseo por las nubes?
Andrés, que estaba disfrutando del día, sonrió.
—¡Claro, Pipo! Me encantaría volar un rato.
Mientras tanto, Trixie y Rocco se pusieron a trabajar. Trixie recogió hojas grandes y flores brillantes para decorar el lugar de la fiesta.
—¡Esto se verá hermoso! —dijo Trixie mientras colgaba las flores en las ramas de un árbol.
Rocco, por su parte, buscó piedras y frutas para hacer un pastel especial.
—¡Mira esto, Trixie! —gritó Rocco, sosteniendo una enorme fruta redonda—. ¡Esto será perfecto para el pastel!
Pero justo cuando estaban a punto de terminar, Trixie se dio cuenta de algo.
—¡Oh no! ¿Dónde está la miel para el pastel? ¡Andrés la adora!
—¡Yo iré a buscarla! —dijo Rocco, decidido a ayudar.
Rocco salió corriendo hacia el río donde sabían que había una colmena. Mientras tanto, Trixie continuó decorando, pero de repente escuchó un ruido extraño.
—¿Qué fue eso? —se preguntó, mirando a su alrededor.
Cuando miró hacia el río, vio a Rocco tratando de alcanzar la miel, pero un grupo de abejas lo estaba persiguiendo.
—¡Ayuda! —gritó Rocco, corriendo hacia ella con las abejas volando tras él.
—¡Rocco, ven aquí! —gritó Trixie, tratando de ayudarlo a escapar.
Rocco se escondió detrás de Trixie, y las abejas, confundidas, se alejaron volando. Rocco respiró aliviado.
—¡Eso fue aterrador! —dijo Rocco, temblando un poco.
—¡Pero al menos tenemos la miel! —dijo Trixie, sonriendo mientras le daba un tarro de miel que había logrado conseguir.
Justo en ese momento, Pipo regresó, llevando a Andrés de vuelta.
—¡Mira, Andrés! —dijo Pipo, tratando de actuar normal—. ¡Volamos tan alto que vimos el Valle de los Dinosaurios desde arriba!
Andrés sonrió, pero se dio cuenta de que algo estaba raro.
—¿Qué huele tan bien? —preguntó, olfateando el aire.
—¡Oh, nada! —dijo Trixie rápidamente—. Solo es el viento.
Andrés frunció el ceño, pero decidió no preguntar más. Sin embargo, sus amigos sabían que no podían esperar más.
—¡Sorpresa! —gritaron todos al mismo tiempo cuando Andrés se dio vuelta.
Andrés se quedó boquiabierto.
—¿Para mí? —preguntó, sus ojos brillando de felicidad.
—¡Sí! —dijo Rocco—. ¡Feliz cumpleaños, Andrés!
Andrés se sintió muy especial. La fiesta estaba llena de decoraciones coloridas, un gran pastel de frutas y mucha alegría.
—¡Esto es increíble! —dijo Andrés, sonriendo de oreja a oreja—. ¡Gracias, amigos!
Y así, entre risas y juegos, los dinosaurios celebraron el cumpleaños de Andrés. Bailaron, comieron pastel y disfrutaron de un día maravilloso.
Al final del día, Andrés miró a sus amigos y dijo:
—No hay mejor regalo que tener amigos como ustedes. ¡Gracias por esta sorpresa tan especial!
Y así, el cumpleaños del Anquilosaurio Andrés se convirtió en un día inolvidable en el Valle de los Dinosaurios.
