El genio torpe que convirtió los deseos en desastres

Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Chiripón, un joven llamado Roberto que tenía una fascinación por todo lo antiguo y polvoriento. Un día, mientras husmeaba en una tienda de antigüedades, encontró una lámpara de aspecto muy peculiar. La lámpara estaba cubierta de una gruesa capa de polvo y telarañas. Sin pensarlo dos veces, Roberto la compró y la llevó a casa.

Curioso por saber si la lámpara tenía algún valor oculto, Roberto comenzó a frotarla con un trapo. De repente, un humo denso y azul comenzó a salir de la lámpara, y ante sus ojos apareció un genio. Pero no era un genio común y corriente; este genio llevaba gafas gruesas, tenía un bigote torcido y estaba vestido con un pijama de rayas.

—¡Hola! Soy Genialdo, el genio torpe. ¿Qué deseas? —dijo el genio con una voz que parecía salir de una radio mal sintonizada.

Roberto, sorprendido y emocionado, pensó en su primer deseo.

—Quiero ser el hombre más rico del mundo —dijo con confianza.

Genialdo levantó una ceja y, con un gesto dramático, chasqueó los dedos. En un abrir y cerrar de ojos, Roberto se encontró rodeado de un montón de billetes… ¡pero todos eran del juego de mesa “Monopolio”!

—¿Qué es esto? —preguntó Roberto, desconcertado.

—Bueno, técnicamente eres el hombre más rico del mundo… en Monopolio —respondió Genialdo, ajustándose las gafas.

Roberto suspiró y decidió darle otra oportunidad al genio.

—Está bien, está bien. Quiero ser el hombre más fuerte del mundo.

Genialdo volvió a chasquear los dedos y, de repente, Roberto sintió una fuerza increíble en sus brazos. Decidido a probar su nueva fuerza, levantó una mesa de madera con facilidad. Pero cuando intentó levantar una silla, esta se desintegró en sus manos.

—¡¿Qué has hecho?! —gritó Roberto.

—Ups, parece que te di la fuerza de un… gorila. —dijo Genialdo, rascándose la cabeza—. Los gorilas no son muy buenos con objetos delicados.

Roberto, frustrado, decidió hacer un tercer y último deseo.

—Quiero ser el hombre más sabio del mundo.

Genialdo chasqueó los dedos una vez más, y Roberto sintió una oleada de conocimiento inundar su mente. Sin embargo, cuando intentó hablar, solo salían palabras sin sentido.

—¡Blib blab blub! —dijo Roberto, horrorizado.

—Ah, se me olvidó decirte que la sabiduría viene en diferentes idiomas. Parece que te di la sabiduría en… lenguaje de delfines —explicó Genialdo, intentando no reír.

Desesperado, Roberto decidió que era mejor no pedir más deseos. Pero antes de que pudiera decir algo, su vecino, Don Anacleto, entró corriendo en la casa.

—¡Roberto, necesito tu ayuda! Mi gato se ha subido al árbol y no puede bajar.

Roberto, recordando su fuerza de gorila, decidió ayudar. Subió al árbol con facilidad y rescató al gato. Pero cuando intentó bajar, el gato se aferró a su cara, causando que ambos cayeran en un charco de barro.

—¡Gracias, Roberto! —dijo Don Anacleto, riendo—. ¡Eres todo un héroe!

Genialdo, viendo la escena, no pudo contenerse y estalló en carcajadas.

—Bueno, al menos ahora eres el hombre más famoso del barrio —dijo entre risas.

Roberto, cubierto de barro y con el gato aún aferrado a su cara, no pudo evitar reír también. Aunque los deseos no habían salido como esperaba, al menos había aprendido una valiosa lección: tener cuidado con lo que deseas.

Y así, Roberto decidió guardar la lámpara en un lugar seguro y vivir su vida sin la ayuda de deseos mágicos. Pero cada vez que veía la lámpara, no podía evitar sonreír, recordando las disparatadas aventuras que tuvo con Genialdo, el genio torpe.

—¡Hasta la próxima, Genialdo! —dijo, guardando la lámpara en un estante alto.

Desde entonces, cada vez que alguien en Chiripón encontraba una lámpara antigua, se aseguraba de limpiarla muy bien… pero sin frotarla demasiado fuerte. No fuera que apareciera otro genio torpe dispuesto a convertir sus deseos en desastres cómicos.

FIN

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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