Era un hermoso día en la granja de la vaca Lola. El sol brillaba en el cielo y las flores estaban llenas de colores. Todos los animales estaban felices, pero había uno que tenía un gran deseo. Era el mono Lolo, un mono juguetón que siempre estaba buscando nuevas aventuras.
Un día, mientras columpiaba de rama en rama, Lolo vio a su amigo el caballo Lalo galopar por el prado. Lalo era fuerte y elegante, y Lolo se quedó mirando con los ojos muy abiertos.
—¡Lalo! —gritó Lolo, bajando de un salto—. ¡Quiero ser un caballo como tú!
Lalo se detuvo y miró a Lolo con sorpresa.
—¿Un caballo? —preguntó Lalo, riendo—. Pero, Lolo, ¡tú eres un mono! ¡Eres ágil y divertido!
—Sí, pero los caballos son grandes y pueden correr rápido —dijo Lolo, un poco triste—. Quiero sentir el viento en mi cara y galopar por el campo.
Lalo sonrió y le dijo:
—Ser un caballo es genial, pero ser un mono también tiene sus ventajas. ¡Mira cómo puedes trepar y jugar en los árboles!
Lolo se quedó pensando. Tenía razón, pero aún así quería probar ser un caballo. Así que decidió que haría todo lo posible para convertirse en uno.
—Voy a pedir ayuda a mis amigos —dijo Lolo con determinación.
Primero fue a buscar a la vaca Lola. La encontró pastando cerca de un charco.
—¡Lola! —gritó Lolo—. Quiero ser un caballo. ¿Puedes ayudarme?
Lola levantó la cabeza y lo miró con curiosidad.
—¿Un caballo? —preguntó—. ¿Por qué quieres ser un caballo, Lolo?
—Quiero galopar y sentir el viento —respondió Lolo—. ¡Por favor, ayúdame!
Lola pensó un momento y luego dijo:
—Podemos intentar hacer que parezcas un caballo. ¡Ven, vamos a buscar a Lulú!
Así que juntos fueron a buscar a la cabra Lulú. Cuando llegaron, Lulú estaba comiendo hierba.
—¡Lulú! —gritó Lolo—. ¡Quiero ser un caballo! ¿Puedes ayudarme?
Lulú miró a Lolo y rió.
—Pero, Lolo, ¡eres un mono! ¡No puedes ser un caballo!
—Lo sé, pero quiero intentarlo —dijo Lolo—. ¡Por favor!
Lulú, al ver la determinación de su amigo, accedió.
—Está bien, ¡hagámoslo! Primero, necesitamos algo que te haga parecer un caballo. ¿Qué tal si encontramos una manta grande?
Los tres amigos buscaron por toda la granja hasta que encontraron una manta vieja en el granero. Lolo se la puso sobre su espalda.
—¡Mira, ya parezco un caballo! —dijo Lolo, saltando de alegría.
Pero cuando intentó galopar, tropezó y cayó al suelo.
—¡Ay! —gritó Lolo, riendo—. Esto no es tan fácil como parece.
—No te preocupes, amigo —dijo Lalo, que había llegado en ese momento—. No necesitas ser un caballo para divertirte. ¿Por qué no intentas galopar como un caballo?
Lolo se levantó y trató de imitar a Lalo, pero sus patas eran muy diferentes.
—¡Esto es complicado! —dijo Lolo, riendo.
—Vamos a intentarlo juntos —sugirió Lalo—. Yo te enseñaré.
Así que Lalo comenzó a galopar lentamente, y Lolo trató de seguirlo. Pero en lugar de correr, Lolo empezó a saltar y a hacer piruetas. Todos los animales de la granja se reunieron para ver.
—¡Mira cómo salta! —dijo la gallina Lili, aplaudiendo.
—¡Es un espectáculo! —gritó el pato Lilo, mientras aplaudía con sus alas.
Lolo se sentía feliz, aunque no era un caballo. Se dio cuenta de que podía ser un gran mono.
—¡Esto es increíble! —gritó Lolo—. ¡Mira lo que puedo hacer!
Y comenzó a hacer saltos y giros en el aire. Todos los animales aplaudieron y animaron a Lolo, quien se sentía como una estrella.
—¡Eres el mejor mono del mundo! —dijo Lulú, riendo.
—¡Sí! —gritó Lalo—. ¡No necesitas ser un caballo para ser especial!
Lolo sonrió. Se dio cuenta de que no tenía que ser un caballo para disfrutar del día. La verdadera diversión estaba en ser él mismo y en compartir esos momentos con sus amigos.
—¡Gracias, amigos! —dijo Lolo—. Me encanta ser un mono. ¡Y me encanta tener amigos como ustedes!
De repente, la vaca Lola miró al cielo y vio un hermoso arcoíris.
—¡Miren! —exclamó—. ¡Un arcoíris!
Todos miraron hacia arriba, maravillados.
—¿Qué hay al final del arcoíris? —preguntó Lili, curiosa.
—¡Vamos a averiguarlo! —sugirió Lalo.
Así que todos decidieron seguir el arcoíris. Corrieron, saltaron y se divirtieron, disfrutando de la compañía de cada uno. Al llegar al final, encontraron un campo lleno de flores y un charco brillante.
—¡Es hermoso! —gritó Lolo, saltando de alegría.
—Sí, y lo mejor es que estamos juntos —dijo Lulú.
Lolo sonrió y se dio cuenta de que no necesitaba ser un caballo para ser feliz. La verdadera magia estaba en la amistad y en los momentos compartidos.
—¡Hoy ha sido un gran día! —dijo Lolo—. ¡Gracias por ayudarme a descubrirlo!
Y así, el mono Lolo, la vaca Lola, la cabra Lulú, el caballo Lalo, la gallina Lili, el pato Lilo y el cerdito Lulo regresaron a la granja, riendo y jugando, sabiendo que siempre serían amigos, sin importar lo que fueran.