El aire estaba impregnado de risas y música, pero bajo la superficie vibrante del carnaval, algo oscuro se cernía. La ciudad se había transformado en un mar de colores, donde las máscaras ocultaban identidades y secretos. Entre la multitud, el detective Samuel Ortega se movía con cautela, su mirada aguda escaneando cada rincón. La máscara ensangrentada del carnaval de sombras no era solo un símbolo de la festividad; era un recordatorio de la muerte que había llegado a la celebración.
«¿Estás seguro de que quieres estar aquí, Samuel?» le preguntó Clara, su compañera de la unidad de homicidios. Llevaba una máscara dorada que brillaba bajo las luces. «Este lugar está lleno de locos.»
«Es precisamente por eso que debo estar aquí,» respondió él, ajustando su propia máscara negra. «El asesino se esconde entre ellos. Debo encontrarlo antes de que vuelva a atacar.»
La primera víctima había sido un joven llamado Javier, un artista que había sido encontrado sin vida en su estudio, con una máscara de carnaval cubierta de sangre. La escena había sido macabra, y el mensaje claro: el carnaval no solo era un lugar de celebración, sino también un escenario para la muerte.
Mientras caminaban, Clara notó a un grupo de personas riendo a carcajadas. «Mira eso,» dijo, señalando a un grupo de personas disfrazadas de criaturas fantásticas. «Parece que están disfrutando de la noche.»
«Disfrutar,» murmuró Samuel, «es un lujo que no podemos permitirnos. Necesitamos información.»
Se acercaron al grupo, donde un hombre alto con una máscara de lobo se reía con un tono que resonaba en la oscuridad. «¡Bienvenidos al carnaval de sombras! ¿Qué les trae por aquí?»
«Estamos investigando una serie de asesinatos,» dijo Clara, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. «¿Has visto algo sospechoso?»
El hombre del lobo se detuvo, su risa se desvaneció. «Sospechoso… ¿qué es eso? Este es un lugar de libertad. Aquí todos somos quienes queremos ser.»
Samuel frunció el ceño. «La libertad no debería incluir el asesinato.»
El hombre del lobo se encogió de hombros. «Quizás, pero la vida es un juego, detective. Algunos eligen jugar de manera más oscura que otros.»
Mientras se alejaban, Clara murmuró: «Ese tipo es extraño. ¿Crees que sabe algo?»
«Lo sabremos pronto,» respondió Samuel, sintiendo que el tiempo se les estaba escapando. La música resonaba, pero la risa se había vuelto un eco lejano, casi aterrador.
A medida que avanzaban, Samuel sintió una presencia detrás de él. Se giró, pero solo vio a la gente bailando y disfrutando. Sin embargo, una sensación de ser observado lo invadió. «Clara,» dijo, «ten cuidado. Algo no está bien aquí.»
Ella asintió, su expresión se tornó seria. «¿Deberíamos separarnos para buscar pistas?»
«Tal vez,» respondió él, «pero no te alejes demasiado. Este lugar puede ser un laberinto.»
Mientras Clara se adentraba entre la multitud, Samuel decidió explorar una zona menos concurrida, un callejón oscuro que parecía haber sido olvidado por el carnaval. La luz de las antorchas parpadeaba, proyectando sombras que danzaban en las paredes. Al fondo, vio una figura encapuchada que se movía rápidamente.
«¡Alto!» gritó, pero la figura desapareció en la oscuridad. Samuel corrió tras ella, su corazón latiendo con fuerza. A medida que se adentraba en el callejón, el aire se volvió más frío, y una sensación de inquietud se apoderó de él.
De repente, un grito desgarrador resonó en el aire. Samuel se detuvo en seco. Era Clara.
«¡Samuel!» La voz de Clara era un susurro tembloroso, y él sintió que el terror se apoderaba de él. Corrió de regreso hacia el bullicio del carnaval, donde la música seguía sonando, pero la alegría había desaparecido.
Cuando llegó a la zona donde había dejado a Clara, la encontró de pie, pálida y temblorosa, con una mano sobre su boca. «Samuel, mira…»
En el suelo, entre las máscaras y los disfraces, había una máscara más. Era una máscara que parecía estar hecha de piel humana, cubierta de sangre fresca. Samuel se agachó, sintiendo el horror recorrer su cuerpo. «¿Qué demonios es esto?»
«Es… es la máscara de Javier,» dijo Clara, su voz temblorosa. «La víctima. ¿Por qué está aquí?»
Samuel se levantó, su mente trabajando a toda velocidad. «El asesino está entre nosotros. Debemos avisar a la policía.»
Pero antes de que pudiera dar un paso, una risa resonó detrás de ellos. Una risa que helaba la sangre. Se giraron lentamente y vieron al hombre del lobo, su máscara sonriendo de una manera perturbadora.
«¿Buscando algo, detectives?» preguntó, su voz suave y burlona.
«¿Qué sabes de esto?» preguntó Samuel, tratando de mantener la calma.
«Todo es parte del juego, Samuel,» dijo el hombre del lobo, acercándose lentamente. «Cada año, el carnaval de sombras elige a su víctima. Este año, parece que ustedes son los elegidos para resolver el misterio.»
«¿Misterio?» Clara replicó, su voz temblando. «¿Qué misterio? ¡Esto no es un juego!»
«Ah, pero lo es,» dijo el hombre, inclinándose hacia adelante. «La muerte es solo una parte del carnaval. ¿No lo entienden? Ustedes están aquí para descubrir la verdad. Pero la verdad es un camino oscuro.»
Samuel sintió que el aire se volvía más denso. «¿Qué quieres decir con eso?»
«El carnaval tiene sus propias reglas,» continuó el hombre del lobo. «Y esta noche, la máscara ensangrentada es solo el comienzo. El verdadero horror está por venir.»
Con un movimiento rápido, el hombre del lobo desapareció entre la multitud, dejando a Samuel y Clara paralizados. La música seguía sonando, pero ahora sonaba como un lamento, un eco de advertencia.
«¿Qué hacemos ahora?» preguntó Clara, su voz apenas un susurro.
«Debemos encontrar a ese tipo,» dijo Samuel, su determinación renovada. «Él sabe más de lo que dice. Y debemos hacerlo antes de que alguien más muera.»
Mientras caminaban, la atmósfera se volvía cada vez más opresiva. Las risas y los gritos de alegría se transformaban en susurros inquietantes. Cada rostro enmascarado parecía observarlos, como si fueran parte de un juego macabro.
«Samuel,» dijo Clara, «¿y si el asesino está aquí mismo, entre nosotros?»
«Es una posibilidad,» admitió él. «Pero no podemos dejar que el miedo nos paralice.»
De repente, un grupo de personas comenzó a bailar en círculos, riendo y gritando. En el centro del círculo, una mujer con una máscara de mariposa se movía con una gracia hipnótica. Samuel sintió que algo no estaba bien. La forma en que se movía, la forma en que sonreía… era inquietante.
«Clara,» dijo, «vamos a acercarnos.»
Mientras se acercaban, la mujer de la máscara de mariposa los miró directamente a los ojos. «¿Buscan respuestas?» preguntó, su voz suave y seductora.
«Sabemos que algo está mal aquí,» dijo Samuel. «¿Qué sabes de la máscara ensangrentada?»
La mujer sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. «Todo el mundo tiene secretos, detective. Algunos son más oscuros que otros.»
«¿Qué quieres decir?» Clara preguntó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
«El carnaval es un espejo,» dijo la mujer. «Refleja lo que hay en nuestros corazones. Y algunos corazones son más oscuros que otros.»
Samuel sintió que la conversación se volvía cada vez más extraña. «¿Eres parte del juego?»
La mujer se rió suavemente. «No soy más que una espectadora. Pero el juego necesita jugadores, ¿no crees?»
«¿Jugadores?» Samuel replicó, su voz tensa. «¿Qué tipo de juego?»
La mujer dio un paso atrás, su mirada se volvió distante. «El juego de la vida y la muerte. Algunos ganan, otros pierden. Pero siempre hay un precio que pagar.»
Antes de que Samuel pudiera preguntar más, la mujer se desvaneció entre la multitud, dejándolos con más preguntas que respuestas.
«Esto no tiene sentido,» dijo Clara, su voz llena de frustración. «Estamos atrapados en un laberinto de locura.»
«Debemos encontrar la verdad,» respondió Samuel, sintiendo que el tiempo se les escapaba. «Si no, más personas morirán.»
Mientras caminaban, la música se detuvo abruptamente, y un silencio inquietante llenó el aire. La multitud se dispersó, y una figura apareció en el centro de la plaza: era el hombre del lobo, con la máscara manchada de sangre.
«Bienvenidos al clímax del carnaval,» dijo, su voz resonando en la oscuridad. «Es hora de revelar la verdad.»
«¿Qué verdad?» preguntó Samuel, sintiendo que la tensión aumentaba.
«La verdad de lo que realmente sucede aquí,» dijo el hombre del lobo, levantando los brazos. «Esta noche, uno de ustedes debe ser el sacrificio.»
«¿Sacrificio?» Clara gritó, su voz llena de miedo.
«Sí,» respondió el hombre, con una sonrisa siniestra. «El carnaval exige su tributo. Y esta vez, elige a uno de ustedes.»
«¡No lo permitiré!» Samuel gritó, su corazón latiendo con fuerza. «No dejaré que esto suceda.»
«¿Quién te dice que tienes el poder para detenerlo?» el hombre del lobo se burló. «La decisión ya ha sido tomada.»
De repente, la multitud comenzó a murmurar, y las máscaras comenzaron a caer, revelando rostros de terror y desesperación. Samuel sintió que el horror se apoderaba de él. La verdad era más oscura de lo que había imaginado.
«¡Samuel!» gritó Clara, su voz resonando en el caos. «¡Mira!»
En el suelo, una máscara más había aparecido, esta vez con una nota adjunta. Samuel se agachó y leyó: «La culpa es un peso que no se puede ocultar. Encuentra al culpable entre ustedes.»
«¿Qué significa esto?» preguntó Clara, su voz temblando.
«Significa que el asesino está aquí, entre nosotros,» respondió Samuel, su mente trabajando a toda velocidad. «Debemos descubrir quién es antes de que sea demasiado tarde.»
Mientras la multitud se dispersaba, Samuel y Clara comenzaron a interrogar a los presentes, pero cada respuesta era más confusa que la anterior. La tensión aumentaba, y el miedo se apoderaba de todos.
«¿Qué tal si hacemos un juego?» sugirió un hombre con una máscara de zorro. «Un juego de verdad y mentira. Así podremos descubrir al asesino.»
«¿Y si el asesino es uno de nosotros?» preguntó Clara, su voz llena de dudas.
«Entonces, que sepa que estamos vigilantes,» dijo Samuel, sintiendo que el tiempo se les escapaba. «No podemos permitir que esto continúe.»
A medida que avanzaban, las máscaras comenzaron a caer. Una tras otra, las identidades se revelaban. Pero el horror se intensificó cuando se dieron cuenta de que cada rostro que veían estaba marcado por el miedo.
«Samuel, esto es una locura,» dijo Clara, su voz temblando. «No podemos seguir así.»
«Debemos encontrar al asesino,» respondió él, sintiendo que el caos se apoderaba de la noche. «No podemos rendirnos.»
Finalmente, se encontraron con una mujer de cabello oscuro que llevaba una máscara de cristal. «¿Qué buscan, detectives?» preguntó, su voz suave y seductora.
«Estamos buscando al asesino,» dijo Samuel, sintiendo que algo en ella era inquietante. «¿Sabes algo?»
La mujer sonrió, pero su mirada era fría. «El asesino es solo un reflejo de lo que hay en cada uno de nosotros. Todos tenemos un lado oscuro.»
«¿Qué quieres decir?» preguntó Clara, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
«El carnaval es un espejo,» dijo la mujer. «Y esta noche, todos deben enfrentar sus demonios.»
De repente, un grito resonó en la plaza. Samuel y Clara se giraron, y vieron a un hombre caer al suelo, con una máscara ensangrentada en la mano. El caos se desató, y la multitud comenzó a gritar y a correr en diferentes direcciones.
«¡Samuel, debemos irnos!» gritó Clara, su voz llena de desesperación.
«¡No podemos dejar que esto termine así!» respondió él, sintiendo que la adrenalina corría por sus venas. «Debemos encontrar al asesino.»
Mientras corrían, Samuel sintió que algo se movía detrás de él. Se giró y vio al hombre del lobo, que se acercaba con una sonrisa siniestra. «¿Creen que pueden escapar del juego? La muerte es solo el comienzo.»
«¡No estás jugando con nosotros!» Samuel gritó, sintiendo que la rabia se apoderaba de él.
«Pero eso es precisamente lo que estoy haciendo,» dijo el hombre, su voz resonando en la oscuridad. «El carnaval de sombras siempre exige su tributo.»
En ese momento, Samuel se dio cuenta de algo. «Clara,» dijo, su voz llena de horror. «¿Y si el asesino está en nuestra propia unidad?»
«¿Qué quieres decir?» preguntó ella, su rostro pálido.
«El hombre del lobo… él sabe más de lo que dice. Y si está aquí, eso significa que uno de nosotros es el verdadero monstruo.»
Antes de que pudiera continuar, la multitud se dispersó, y el hombre del lobo desapareció entre las sombras. Samuel sintió que el terror se apoderaba de él. La verdad era más oscura de lo que había imaginado.
«Debemos encontrarlo,» dijo Clara, su voz temblando. «No podemos dejar que esto termine así.»
Mientras buscaban entre la multitud, Samuel sintió que el tiempo se les escapaba. La música había vuelto a sonar, pero ahora sonaba como un lamento, un eco de advertencia.
Finalmente, se encontraron de nuevo con la mujer de la máscara de cristal. «¿Todavía buscan al asesino?» preguntó, su voz suave y seductora.
«Sabemos que estás involucrada,» dijo Samuel, su voz tensa. «¿Qué sabes de la máscara ensangrentada?»
La mujer sonrió, pero su mirada era fría. «La verdad es un juego peligroso, detective. A veces, es mejor no saber.»
«¿Por qué?» preguntó Clara, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
«Porque la verdad puede llevarte a lugares oscuros,» dijo la mujer. «Y algunos secretos son más oscuros que otros.»
De repente, un grito desgarrador resonó en el aire. Samuel y Clara se giraron y vieron a un hombre caer al suelo, con una máscara ensangrentada en la mano. El caos se desató, y la multitud comenzó a gritar y a correr en diferentes direcciones.
«¡Samuel, debemos irnos!» gritó Clara, su voz llena de desesperación.
«¡No podemos dejar que esto termine así!» respondió él, sintiendo que la adrenalina corría por sus venas. «Debemos encontrar al asesino.»
Mientras corrían, Samuel sintió que algo se movía detrás de él. Se giró y vio al hombre del lobo, que se acercaba con una sonrisa siniestra. «¿Creen que pueden escapar del juego? La muerte es solo el comienzo.»
«¡No estás jugando con nosotros!» Samuel gritó, sintiendo que la rabia se apoderaba de él.
«Pero eso es precisamente lo que estoy haciendo,» dijo el hombre, su voz resonando en la oscuridad. «El carnaval de sombras siempre exige su tributo.»
En ese momento, Samuel se dio cuenta de algo. «Clara,» dijo, su voz llena de horror. «¿Y si el asesino está en nuestra propia unidad?»
«¿Qué quieres decir?» preguntó ella, su rostro pálido.
«El hombre del lobo… él sabe más de lo que dice. Y si está aquí, eso significa que uno de nosotros es el verdadero monstruo.»
Antes de que pudiera continuar, la multitud se dispersó, y el hombre del lobo desapareció entre las sombras. Samuel sintió que el terror se apoderaba de él. La verdad era más oscura de lo que había imaginado.
«Debemos encontrarlo,» dijo Clara, su voz temblando. «No podemos dejar que esto termine así.»
Mientras buscaban entre la multitud, Samuel sintió que el tiempo se les escapaba. La música había vuelto a sonar, pero ahora sonaba como un lamento, un eco de advertencia.
Finalmente, se encontraron de nuevo con la mujer de la máscara de cristal. «¿Todavía buscan al asesino?» preguntó, su voz suave y seductora.
«Sabemos que estás involucrada,» dijo Samuel, su voz tensa. «¿Qué sabes de la máscara ensangrentada?»
La mujer sonrió, pero su mirada era fría. «La verdad es un juego peligroso, detective. A veces, es mejor no saber.»
«¿Por qué?» preguntó Clara, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
«Porque la verdad puede llevarte a lugares oscuros,» dijo la mujer. «Y algunos secretos son más oscuros que otros.»
De repente, el hombre del lobo apareció detrás de ellos. «¿Creen que pueden escapar de este juego? La muerte siempre está cerca.»
«¡No te dejaremos ganar!» gritó Samuel, su voz resonando en la oscuridad.
«¿Ganar? Este no es un juego que se pueda ganar,» dijo el hombre, su risa resonando en el aire. «Es un juego de sombras, y ustedes están atrapados.»
Samuel sintió que